El Jardín Mágico de Klingsor

2006/10/28


De guitarras y otras cosas

Comentaba con un amigo acerca de que uno se vive quejando de la falta de oferta musical clásica en nuestra ciudad, pero que cuando dicha oferta se vuelve sobreoferta, por Ley de Murphy, nunca nos queda tiempo para ir.

En las últimas semanas hubo sucesión y simultaneidad de eventos musicales como un concierto de arias de zarzuela con la Filarmónica, Taller de Ópera del Conservatorio, con Bodas de Fígaro y Traviata, Concurso Iberoamericano de Piano en Univalle y Semana de la Guitarra en Comfandi.

Sólo tuve oportunidad de asistir a la presentación del Cuarteto Maogani de Brasil en el Centro Cultural Comfandi. Antes de reseñar la parte musical quisiera comentar acerca del diseño programático de esta Semana de la Guitarra: entre dos conciertos de repertorio clásico puro se insertaron dos conciertos "populares", uno dedicado al flamenco y otro a la música del Brasil. Esto revela una política de programación flexible e incluyente, además de contar con músicos de extraordinario nivel que no desmerecen frente a los intérpretes del repertorio clásico.

El auditorio tuvo un lleno absoluto, y parece que fue constante durante todo el evento, esto demuestra que en Cali si hay público e interés por actividades de esta naturaleza. El concierto del martes 24 tuvo eso sí un retraso que la organización no supo justificar, es evidente que la Filarmónica es en este sentido la entidad más seria de la ciudad.

Los jóvenes integrantes del Cuarteto Maogani, se han forjado un lugar prominente en la vida musical brasileña. Con un programa didáctico, repaso de la creación guitarrística en Brasil y con arreglos de altísima calidad, sedujeron al público presente. El sonido siempre es construido, sin dejar nada al azar, con una técnica extraordinaria pero al mismo tiempo sin evitar los sonidos propios del instrumento: existe una escuela "purista" que castiga los rasgueos, los roces, como si la guitarra pudiera ser un instrumento aséptico y sin vida. Por el contrario, el origen popular de gran parte del repertorio y de los mismos músicos hace que su elección interpretativa no rehuya estos "accidentes", en la misma línea de la escuela española.

Choros, sambas, danzas desfilaron ante nuestros oídos a lo largo de una hora seguida, ante un público cautivo y entusiasta. Al parecer los demás conciertos de la Semana de la Guitarra presentaron este mismo nivel de excelencia y de comunión entre público e intérpretes. Enhorabuena para el Banco de la República, que esperamos le brinde a la provincia la posibilidad de acercarse a los grandes artistas que permanentemente se lucen en la sala Luis Angel Arango.

2006/10/03

Efemérides 2006
Obras de Piazzola, Mozart y Shostakovich. Septiembre 21. Teatro Municipal

El concierto oficial de conmemoración de las efemérides de este año (dedicado a Mozart y Shostakovich) estuvo precedido de un importante anuncio, Coomeva, una de las organizaciones emblemáticas de la región se ha vinculado como patrocinador de la orquesta, donando la entrada a 300 personas por concierto. Se anuncia una estrategia para que el próximo año la totalidad de la entrada sea gratuita y patrocinada. La idea es excelente y debería redundar en un crecimiento importante del público asistente a los conciertos. Sin embargo habrá que esperar si la reforma tributaria no se lleva las exenciones que actualmente existen para la ya escasa participación privada en la cultura. Si esto es así el gobierno Uribe pasará a la historia como el enterrador de la cultura en Colombia.

Dejando a un lado los lúgubres presagios que despierta el ministro Carrasquilla, la entrada fue la mejor de este semestre, con un lleno absoluto por parte de un público muy diverso y mayoritariamente nuevo. Da gusto ver al Municipal rebosante y con el letrero de No Hay Entradas. Que no digan que sólo pasa en la Noche de los Chistes Verdes.

Las dos piezas de Piazzola iniciaron el concierto, bellamente orquestadas, creando un sonido que nos evoca el bandoneón (igual que Stravinsky recordaba como Mascagni creaba sonidos orquestales reminiscentes del organillo). El carácter nostálgico de la música fue presentado a través de una lectura diáfana por parte del Maestro Alberto Guzmán.

Que Blanca Uribe es la mayor exponente del piano en Colombia no es un secreto. Siempre será un acontecimiento tenerla en los escenarios de la ciudad y esta vez no fue la excepción. Su carácter de gran música quedó claramente demostrado en la forma en la cual seguía a la orquesta durante el maravilloso concierto en do mayor KV503 (el No. 25, raramente interpretado en Cali), hermano de Las Bodas de Fígaro y la Sinfonía Praga. La ejecución fue espléndida, con una técnica prodigiosa que permite construir un discurso absolutamente natural y radiante, con un uso sobrio del pedal, destacando la complejidad rítmica de la obra y con una cadenza de cortar la respiración. La orquesta respondió con un rendimiento magnífico, como ha sido la norma últimamente, conjuntada y transparente, reforzando el sentimiento de que en Mozart es la mejor orquesta colombiana.

En el primer semestre habíamos tenido la primera experiencia de reforzar la orquesta con jóvenes estudiantes de Bellas Artes y la Universidad del Valle con miras a abordar el repertorio que la orquesta tiene vedado por razones de personal. En ese primer experimento se abordaron obras de Verdi, Sibelius y Tchaikovsky con un resultado muy bueno y que abría la puerta para la repetición. Nuevamente el profesor Guzmán era el encargado de dirigir a esta orquesta ampliada, aunque el reto era mucho más exigente: la primera sinfonía de Shostakovich pese a su origen académico es una obra difícil y que ya muestra los rasgos principales de la personalidad musical de su autor.

Personalmente no me esperaba un trabajo de la calidad del que se escuchó en el Municipal (y me dicen que la repetición del viernes en la Universidad del Valle fue aún mejor). El sonido de las diferentes secciones fue cohesionado, robusto, brillante y empastado. Los tutti retumbaban en la sala y los pianissimi apenas susurrantes, como debe ser. La electricidad entre orquesta, director y público se podía sentir en el teatro y el final de la sinfonía tuvo una construcción perfecta, con un ascenso hacia el clímax de la coda absolutamente irresistible.

Las ovaciones finales fueron absolutamente merecidas y alimentan la fantasía expresada por Paul Dury de contar con la base orquestal ampliada que incluya a los jóvenes estudiantes.